Entonces, ¿realmente se lo puede juzgar como el villano? Enfoquémonos en Nate, un joven que trabaja, apoya a su novia, la quiere, la consuela cuando se frustra y trata de cuidarla, como cuando quiere recordarle a Andy sobre sus proyectos del principio, que ha cambiado su forma de ser y de estar (como el verbo to be), porque siente que su novia se ha vendido a su idea de ser exitosa en su trabajo, que olvidaba su sueño de ser escritora (lo que su papá también le recuerda). Bien, ella tiene todo el derecho de cambiar de sueños, de posición y de gustos, nadie puede juzgarla por eso, lo que pasa es que ella jerarquiza sus preferencias, coloca a su trabajo por sobre su novio, sus valores y bienestar. Andy no logra llegar a la fiesta de cumpleaños y no es para tanto, pero la que quiere puede ¿o no? Ella podía llamar, mandar al chofer que tenía a su disposición o encontrar la manera de matizar su “falta”, porque ella es consciente de la importancia del cumpleaños, si no fuera así no se habría sentido culpable cuando al llegar tarde a su casa su novio le dice que se veía hermosa. La relación ya cojeaba porque Andy se sintió cómodamente incómoda con Christian Thompson, el joven escritor que terminó por seducirla en París (a unos días de haber terminado con Nate).

Entonces, Nate reclamó al sentirse relegado por su novia y por darse cuenta de que ella no podía negarse a ninguna solicitud que le hiciera su jefa aunque vaya en contra de sus “supuestas” u originales convicciones (como cuando aceptó ir a París cuando sabía que era lo más importante para Emily). En ninguna escena de la película se ve que él le prohíba algo o que la manipule para que haga lo que él espera. Los reclamos y observaciones de Nate, a veces burlonas, le hacen un mal novio o alguien que no logra acompañar el ascenso laboral de su chica, pero no lo hace un villano.